Osvaldo Montes Film Music - Osvaldo Montes
Osvaldo is an Argentine full-time composer, producer, an award-winning and renowned artist on mainly the Hispanic and Canadian film industry started his carrier as musician in the Latin-American folklore in Argentine and Europe earlier 70’s with icons as Los Calchakis and Mercedes Sosa.
His formal training began in Argentine and with more than 35 years of experience, Osvaldo has scored more than 40 features, 30 TV series and soup operas, several shorts and documentaries, theater pieces and concerts as CINEMATANGO and MUSIC in IMAGES, featured since more than 10 years at several sceneries around the world among Europe, Canada and Latin America. His more renowed and awarded piece is “The Dark Side of Hearth” of the icon film director Eliseo Subiela. His most recent work is an argentine feature “OMISION” from a renowned film director Marcelo Páez, and an ambitious Documentary TV series about the life of one of the biggest drug Lord, Gonzalo Rodriguez Gacha, produced by FOX.
His life experience and versatile musical skills allow him to make always a unique contribution to the film industry.
Cierto día, en un charla con amigos músicos, como quien hace la habitual pregunta a los niños: ¿Qué vas a hacer cuando seas grande?, un amigo me preguntó: ¿Y vos qué querés hacer como músico? A lo que respondí: Yo quiero hacer música para cine... Por supuesto algo se había disparado dentro de mi para tener esa respuesta, ya que indudablemente, no tenia ni la más mínima idea de cómo empezar y esto no era más que un deseo por la fascinación que me despertaba la unión de la imagen y la música.
Corría el año 1978 yo formaba parte del grupo Los Calchakis, y estábamos de gira por España con mi querida “Negra”, Mercedes Sosa. Yo vivía en Paris desde el 75, por esos años había desembarcado con mis sueños y una guitarra al otro lado del océano, como tantos otros en esos momentos trágicos de América latina.
Siempre pensé que a mis abuelos algo se les había olvidado por aquellos lados y me estaban pidiendo que se los vaya a buscar... Como un mandato genético de tener que cruzar tanta agua para germinar los sueños.
Mis primeras presentaciones importantes en Europa, intercaladas con algunas presentaciones puntuales en el metro de París, fueron hechas en varios restaurantes y bares del barrio latino, en realidad eran pequeñas giras nocturnas, o pequeños mini recitales, alegremente adornados por varios meseros que gritaban al tiempo sus pedidos al cocinero desde la mitad del restaurante, mientras mi amigo José y yo tocábamos cada vez con más ímpetu y por vigesimotercera vez en la noche el tema EL CONDOR PASA.
La actuación culminaba con un solo de Guantanamera en guitarra y voz de José, mientras yo, con un francés altamente sospechoso, y fonéticamente apenas aceptable, pasaba el plato entre los comensales a la voz de “s’il vous plait, pour les musiciens”.
Esas fueron mis primeras incursiones artísticas en Europa, aunque se puede decir que el “grand départ” de mi carrera fue a partir del implacable sarampión que contraje a los 5 años de edad, momento en que mi padre me trajo, a modo de consuelo, un bombo argentino marroncito que aun recuerdo con todo cariño, como el primer instrumento musical que llegó a mis manos.
Hoy, al mirar al calendario, puedo decir que las cosas pasaron bastante rápido en esos primeros años en Europa, aunque en ese momento todo parecía mucho más lento; así como en el recuerdo, el patio de la casa donde nací, en el barrio Saavedra en Buenos Aires, era un enorme espacio cobijado por una parra centenaria, donde en esas tardes de verano mi hermano y yo jugábamos con el agua de la manguera, esperando como cada año las tan ansiadas vacaciones, tren mediante, que nos llevara a las sierras de Cosquín, hoy el mismo patio, me parece minúsculo.
En realidad, algunos de mis sueños desembarcados en Europa se cumplieron, puedo decir que la mayoría; la vida me abrió de par en par las puertas de la magia y me llevó de la mano a caminar por los impredecibles y maravillosos caminos del amor y la música.
Después de mucho tiempo y a pesar de las caras de asombro de mis compañeros de gira de aquella época ante mi respuesta, hoy puedo decir que hago lo que siempre quise hacer: música para la imagen.
Cada proyecto es un desafío, una aventura única, y por sobre todas las cosas, la magia y la fantasía vuelven a estar presentes cada vez que me siento frente a una película a componer la música.
Las imágenes nos sorprenden, nos empujan, nos hablan, a veces piden permiso, a veces imploran compañía, a veces nos dejan volar solos, pero siempre están unidas, la imagen y la música, en unión perpetua, hablando un lenguaje común. Un regalo para el alma.
Osvaldo Montes